¿Quién va primero? Resolución de conflictos matrimoniales

3 de marzo de 2022 | Tiempo de lectura: 4 minutos

Por: Sra. Kenda McVeigh

Soy corredor. Siempre lo he sido, pero quizá no del tipo que suele venir a la mente cuando alguien dice esas palabras. Huyo de los conflictos. Si hay un atisbo de tensión o alguna conversación dura a punto de estallar, me largo de allí. Y si no puedo salir de la habitación, me apago definitivamente. "¿Qué pasa?", puede preguntar alguien. "Nada" es mi respuesta típica, cuando la burbuja de diálogo que tengo sobre la cabeza contaría una historia completamente distinta. Durante la mayor parte de mi vida, mantener a raya los conflictos, ya sea evitándolos o convirtiéndome en el pacificador, ha sido una forma de vida. Aunque puede resultar difícil, siempre ha formado parte de mí.

Ahora entra en mi vida, el amor de mi vida, mi increíble marido. Él no es un corredor. Cuando se trata de conflictos, es como un abogado. No sé cómo, pero cuando surge un conflicto, tiene la capacidad de crear y alinear instantáneamente un argumento lógico que a mí me llevaría tres días investigar y recopilar. De un solo golpe, puede refutar mi punto de vista y darle la vuelta a mi razonamiento. Como he dicho, es como un abogado cuando se trata de conflictos, y lo hace bien. Nunca se le pasa por la cabeza huir o cerrarse en banda.

En los primeros días de nuestro matrimonio, podría haber sido bastante cómico si alguien nos hubiera estado observando tener una discusión difícil. Surge un tema tenso y él procede a exponer su punto de vista mientras yo salgo de la habitación, y... él me sigue. Él quiere resolverlo y yo quiero esconderme. Me sigue por toda la casa mientras yo intento evadirme y él intenta continuar nuestra charla. Y cuando me pregunta "¿Qué pasa?" mi respuesta es, por supuesto, "Nada". Obviamente, no es muy productivo, y ambos acabamos frustrados y desanimados.

Como líderes del Ministerio Matrimonial ReEngage, aprendimos que no estamos solos en cómo manejamos las conversaciones difíciles. Una de las sesiones de este estudio profundiza en cuatro estilos de comunicación negativa: Retirarse, Escalar, Interpretar Negativamente e Invalidar. Lo más probable es que todos caigamos en alguna de estas categorías cuando nos enfrentamos a un conflicto. Puede obtener más información sobre cada uno de estos estilos en un vídeo que encontrará aquí. 

A mi marido y a mí no sólo nos ayudó conocer nuestros estilos de conflicto, sino saber qué hacer al respecto. Descubrir la idea de la iniciación -quién va a poner fin a la locura primero- nos cambió las reglas del juego. Uno de los dos tenía que tomar la iniciativa de hacer un cambio aunque la otra persona no se lo mereciera o no se lo hubiera ganado.

Aunque en el calor del momento, este concepto de iniciación parece difícil, si no imposible, tenemos un ejemplo a seguir en Cristo. En Romanos 5:8 aprendemos: "Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros": Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros". Pensemos un poco en esto. Mientras aún pecábamos, Cristo murió en la cruz por nosotros. No esperó a que nos pusiéramos las pilas, ni a que se lo pidiéramos, ni a que hiciéramos nada, simplemente lo hizo. Él inició un camino para nuestro perdón de una manera que le causó gran dolor, humillación y finalmente la muerte, mientras nosotros todavía estábamos pecando. Su sacrificio fue el verdadero cambio.

Entonces, ¿cómo es eso de ser el que inicia el cambio en los momentos de conflicto? Bueno, en nuestra situación, se parece a mi marido respirando hondo, controlando su reacción y dejando de lado su necesidad de tener razón para poder escuchar mejor. Para mí, es permanecer en la habitación y compartir mis pensamientos o preocupaciones sin cerrarme. En ocasiones me he levantado de la mesa de la cocina durante una discusión difícil y me he puesto a pasear por el suelo, deseando salir de la habitación pero sabiendo que debo quedarme para ayudar a resolver el conflicto. Y para ser justa con mi marido, él quiere que me quede y comparta mis preocupaciones y pensamientos con él. Descubro que cuando lo hago, cuando recuerdo que puedo cambiar el ciclo iniciando una nueva respuesta, él también puede empezar a relajarse, escuchar y comunicarse con calma.

¿Es fácil? No, no lo es. Ambos tenemos pautas establecidas para manejar los conflictos que se desarrollaron cuando éramos jóvenes. ¿Siempre tenemos éxito? No, porque somos personas imperfectas y podemos recaer fácilmente en nuestros hábitos anteriores. Pero, ¿merece la pena esforzarse por encontrar una solución sana a nuestros conflictos? Desde luego que sí.

Normalmente basta con que uno de nosotros baje las defensas y deje a un lado su ego para cambiar la dirección de nuestro conflicto. Así que, cuando estoy a punto de cerrarme y salir corriendo, me detengo y recuerdo que puedo hacer que las cosas cambien. Cuando no me siento amorosa, aún puedo tomar una decisión amorosa. Y lo que una vez pudo haber sido un juego perpetuo de escondite, se convierte en una verdadera oportunidad para el crecimiento, la comunicación y la intimidad en nuestro matrimonio.