Estaba revisando algunas fotos de nuestro viaje a Grecia hace unos meses. Qué bendición fue volver sobre los pasos de Pablo y aprender más sobre sus viajes y su forma de compartir la Buena Nueva de Jesús.

Una de las paradas en el camino que me encantó fue en la antigua ciudad de Berea, en el norte de Grecia. Recién salidos de Tesalónica, Pablo y Silas se dirigieron a Berea y se detuvieron en una sinagoga judía. Como Pablo haría en todas las ciudades a las que viajaba, a menudo buscaba oportunidades para hablar a la gente de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

En la imagen de arriba, puede que veas (justo sobre mi mano derecha) tres escalones de piedra al fondo, entre los dos mosaicos. Son los mismos escalones de la sinagoga en los que el apóstol Pablo se hubiera parado para predicar la palabra de Dios a quienes quisieran escucharle. Los Hechos dicen de los que estaban en la sinagoga aquel día que "recibieron el mensaje con gran impaciencia y examinaban cada día las Escrituras para ver si lo que Pablo decía era verdad. Como resultado, muchos de ellos creyeron". (Hechos 17:11-12)

Es curioso. Esos pasos eran bastante ordinarios. No había nada realmente extravagante en ellos. Lo que era extraordinario era el mensaje de Jesús que se declaraba desde aquellos escalones. ¿Y qué siguió? La gente escuchó y respondió a esa buena noticia.

Me pregunto, ¿cuáles son los pasos que podríamos elegir dar hoy para contarle a alguien la Buena Nueva de Jesús? Esto es lo que sé que es verdad: estoy donde estoy hoy porque alguien aprovechó la oportunidad de compartir a Jesús conmigo.

Afronta el día con la santa expectativa de que lo que podría ser un día ordinario para alguien que se despierta podría ser el día extraordinario en el que descubra que el Dios del universo le amó lo suficiente como para entrar en el mundo y mostrarle su amor a través de Jesucristo.

Da esos pasos. Hay buenas noticias que necesitan ser compartidas.

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