Cada día es una oportunidad para crecer en nuestra relación con Dios. Nuestro camino de fe es una caminata en la que nos comprometemos a seguir de cerca a Jesús a través de la adoración, la oración y las disciplinas espirituales (prácticas). Nuestra relación con Dios es profundamente personal, pero también comunitaria. Adoramos con nuestras vidas, y también adoramos juntos los fines de semana. Rezamos personalmente, pero también hay un gran poder en rezar juntos. Cuando caminamos estrechamente con Dios a lo largo de nuestro camino de fe, la evidencia de la transformación de la vida es perceptible para nosotros y para los demás.