El Cabo de Buena Esperanza
28 de marzo de 2024 | Tiempo de lectura: 1 min
Por: Rev. Mark Sorensen
Puesto que los niños están hechos de carne y hueso, es lógico que el Salvador tomara carne y hueso para rescatarlos con su muerte. Al abrazar la muerte, tomándola en sí mismo, destruyó el dominio del Diablo sobre la muerte y liberó a todos los que se acobardan ante la vida, muertos de miedo ante la muerte. - Hebreos 2:14-15 (MSG)
En el extremo meridional de África hay un pequeño cabo que se adentra en el Océano Atlántico Sur y que, no hace mucho, causó gran inquietud a muchos navegantes. Debido a su incómoda ubicación, muchos navegantes que intentaron rodearlo se perdieron a causa de los elementos y el mar picado: olas, vientos y tormentas. Por ello, la región recibió el acertado nombre de Cabo de las Tormentas.
Hasta que un capitán portugués decidió encontrar una ruta mejor y más segura. La misión del capitán se consideró un éxito cuando trazó un rumbo más fácil que permitiera a sus compatriotas un camino más seguro. Gracias a sus esfuerzos, la zona pasó a llamarse Cabo de Buena Esperanza.
Amigos, es Semana Santa.
Lo que comienza la semana -palmas, alabanzas y gritos de "Hosanna" mientras Jesús entra cabalgando en Jerusalén- se convierte muy pronto en una última cena, una traición y un arresto en el huerto, que conduce al Gólgota con gritos de "¡Crucifícalo!".
Sin embargo, la historia no termina con el Viernes Santo.
Aquella noche, como dijo tan bellamente el autor y escritor Bob Goff, "Cayó la oscuridad, sus amigos se dispersaron, la esperanza parecía perdida - Pero el cielo empezó a contar hasta tres".
A través de la vida, muerte y resurrección de Jesús, ya no estamos sujetos a las tormentas de esta vida porque Cristo ha abierto un camino. Esa es la belleza de la resurrección.
El Domingo de Pascua nos recuerda a todos que Cristo ha trazado un rumbo seguro a través de las aguas tormentosas de la muerte, y en eso, hay esperanza cierta para todos nosotros.
Espero veros a todos esta Semana Santa.