Albedo espiritual
13 de octubre de 2022 | Tiempo de lectura: 1 min
Por: Rev. Mark Sorensen
En Filipenses 2:12-17, el apóstol Pablo anima a los primeros creyentes cristianos a perseguir la santidad en medio de una cultura que no considera prioritarios los caminos de Jesús ni la santidad. En medio de un pueblo "torcido y corrupto", Pablo les recuerda que si se aferran a la Palabra de Dios y siguen las huellas de Jesús, algo sucederá: "Entre esta gente brillaréis como las estrellas del mundo porque os aferráis a la Palabra de vida".
Me encanta esa frase, "brillar como las estrellas".
Entonces, ¿qué significa exactamente que Pablo diga que estamos llamados a "brillar"? Me encantó una explicación de esto que leí recientemente en el libro If escrito por el pastor y autor Mark Batterson. Resulta que la palabra "brillar" en realidad significa "reflejar". ¿Y sabías que el término científico para "reflejar" es "albedo"?
El albedo es una medida de la cantidad de luz solar que refleja un cuerpo celeste. Tomemos como ejemplo el planeta Venus. Venus tiene el albedo más alto, 0,65, lo que significa que el 65% de la luz que incide sobre él se refleja. ¿El casi-planeta Plutón? Tiene un albedo del 36%. ¿Y nuestra luz nocturna, la Luna? Sorprendentemente, sólo tiene un albedo de 0,07. Sólo se refleja el 7% de la luz solar, pero ¿no es asombroso cómo ese 7% puede iluminar el camino en noches despejadas?
De manera muy parecida, Pablo está diciendo en este pasaje que nosotros - como seguidores de Jesús - tenemos un albedo espiritual. El objetivo para todos nosotros es este: 100% de reflectividad. ¿Y cómo sucede esto? "Nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con creciente gloria, la cual procede del Señor" (2 Corintios 4:18).
A decir verdad, no se puede producir luz. Sólo puedes reflejarla.
Anímate, amigo. Por muy oscuro que esté el mundo, la luz de Cristo siempre brilla. Mi oración por todos nosotros es ésta: Que podamos sostener el espejo del amor de Dios en nuestras vidas y, al hacerlo, que recordemos que hay un brillo que brilla a través de todos nosotros y que le da a Dios la gloria que se merece.
¡A Dios sea la gloria!