De amargo a dulce
13 de febrero de 2025 | Tiempo de lectura: 1 min
Por: Rev. Mark Sorensen
Regocijaos en el Señor siempre. Os lo repito: ¡Regocijaos! – Filipenses 4:4
Es importante señalar que estas palabras de Pablo no fueron escritas para consolarse, sino en una celda. Y, sin embargo, su respuesta dice algo significativo: nos insta a regocijarnos, no porque la vida siempre sea fácil, sino porque Dios siempre es fiel.
Hace unas semanas, durante mi lectura de la “Biblia de un año”, me encontré con Éxodo 15:22-27. Es un gran momento para los israelitas: acababan de presenciar la milagrosa separación del Mar Rojo. Pero su celebración duró poco. A los tres días de camino por el desierto, estaban desesperados por agua, pero descubrieron que el agua de un lugar llamado Mara era amarga e imbebible. No hace falta decir que su reacción inmediata no fue de regocijo, sino de serias quejas.
Moisés hizo lo que debemos hacer en momentos difíciles: clamó al Señor. En respuesta, Dios le mostró un trozo de madera que, al arrojarlo al agua, convirtió lo amargo en dulce.
Es un recordatorio de que incluso en lugares difíciles, Dios sigue trabajando. Lo que parecía imposible en el momento se convirtió en un testimonio de Su provisión.
Algunos de nosotros tal vez estemos parados en nuestra propia Mara, enfrentando desilusiones u oraciones sin respuesta. Pero así como Dios transformó el agua amarga, Él puede traer dulzura a nuestras luchas. La clave está en adónde nos volvemos. ¿Nos quejaremos o lo buscaremos con fe?
Así que hoy, sea cual sea la época en la que te encuentres, aférrate a Filipenses 4:4: no te regocijes por tus circunstancias, sino en el Señor. Y aquí están las buenas noticias, amigos: incluso en el desierto, incluso en los momentos amargos, Él es siempre el que refresca y restaura.
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